Historia

Comenzamos por casa

En el año 2013 Una pareja, en el trabajo y en la vida, compuesta por una Prof. y Lic. en Ciencias de la Educación, Ma. Eugenia Peirone y un artista y docente de circo, malabarista, Sebastián Rojo, comienzan a articular el campo pedagógico con el de las artes circenses, a través de la reflexión sobre las propias prácticas de enseñanza. Se puso en juego la observación y registro de clases, el acompañamiento pedagógico en el dictado de talleres, se generaron espacios reflexión conjunta (incluyendo participantes de los talleres) sobre los que fuimos tomando notas, analizando y cruzando la información con la lectura de ciertos pensadores y algunas experiencias. Además de compañeros de trabajo, también Eugenia fue estudiante de Sebastián, tomó varios de sus talleres y clases.

En el año 2015 conocimos a quien es el tercer integrante de A-Nido (según su proceso de formación). En principio comienza a trabajar desde el rol de estudiante, participando de los procesos y experiencias que propone Sebastián, organizando sus talleres, abriendo espacios de reflexión sobre su propia práctica a la vez que estudia independientemente y trabaja en el desarrollo de sistemas informáticos.

Los primeros pasas hacia afuera

En el 2017 y 2019 se propuso llevar el trabajo a la Convención Argentina de Malabares, un espacio de educación no formal, con el objetivo de ofrecer formación de calidad a artistas malabaristas. Allí se dictó un taller que nombramos: “Herramientas Pedagógicas” y a la vez se realizó un relevamiento y acompañamiento a las prácticas docentes de los talleres y seminarios que ofrecía la convención.

En el 2018 viajamos a México. Se tuvo la experiencia de colaborar en “Cirko de Mente” con el dictado de clases en la Licenciatura en Artes Circense Contemporáneas y en la coordinación pedagógica de dicha formación. A fin del 2019 regresamos a Argentina luego de un abrupto incidente. Lentamente, cada cosa fue ocupando su lugar mediante el impulso y esfuerzo constante en hacerle lugar al proyecto y darle vida. Todo este trabajo que fue mutando y tomando forma.

Nace el nombre Anido.

Así es que entre una y otra cosa, durante el año 2019 nace, de las ideas que se vislumbraban como posibles acciones de un colectivo, el nombre de A-nido, y termina de asentarse la forma y se condensa el modo de denominar un trabajo que, desde seis años antes, viene pensándose y tomando impulso, cada vez, con pasos más firmes. Se inscriben las tres líneas de trabajo, se enmarcan los proyectos, nos sacudimos un poco, tomamos fuerza y saltamos en paracaídas.

A comienzos del 2020 tomamos la decisión de comenzar la construcción de una casa/oficina/móvil; un espacio físico propio de vivienda y trabajo. Sebastián la construyó y el resto colaboramos en otras tareas, todos con entrega y paciencia, ofreciendo manos, herramientas y capacidades. Se lleva adelante de manera autogestionada el 100% y reciclando todo lo que es posible y con energías sustentables.

Esto permitirá al proyecto, atender la condición de itinerancia de la población de la que nos consideramos parte y con quienes queremos trabajar: la comunidad circense.

Colectivo A-Nido